El virus ha encontrado un terreno favorable para avanzar en un momento en el que más de la mitad de la población mundial carece de servicios sanitarios esenciales y tiene poca o ninguna protección social. Cerca de 100 millones de personas se están viendo empujadas a la pobreza extrema por no poder costear una atención médica.

Las pandemias sacan a la luz las deficiencias de cada sociedad. La desigualdad continua y creciente ya estaba presente en casi todos los países, incluso antes del brote de COVID-19.

Apenas estamos percibiendo las primeras consecuencias económicas y sociales del virus. Las bases de datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo revelan enormes diferencias en la capacidad de preparación y respuesta de los países.

Los países en desarrollo y los que están en situación de crisis sufrirán el mayor deterioro, junto con los grupos que ya de por sí son vulnerables en todo el mundo: las personas que dependen de la economía informal, las mujeres, las personas con discapacidad, los refugiados y desplazados, y los que padecen estigmatización.

Nuestros compañeros del citado Programa nos explican la interacción entre el coronavirus y la desigualdad.

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